domingo, 2 de diciembre de 2012

¿QUIÉN ORIENTA AL ORIENTADOR/A?


FUENTE: Guía para la Orientación Laboral de Colectivos Vulnerables, BIBLIOTECA VIRTUAL DE CRUZ ROJA ESPAÑOLA

El “cuidado” de la persona que orienta. ¿Quién “orienta” al orientador/a?

La orientación sociolaboral es una tarea con potencial gratificante para personas con interés en participar en procesos de inclusión social. En un ejercicio profesional que se desarrolla en uno de los “corazones de la inclusión”, en la medida en que la supervivencia y la autonomía personal son dos de las consecuencias visibles de la inserción laboral. Además de tener otras consecuencias más matizadas de carácter individual y comunitario como pueden ser el ajuste del autoconcepto, la constatación de la propia valía, la contribución familiar y comunitaria... En este sentido, la relevancia comunitaria y la utilidad individual y social de la orientación sociolaboral es indiscutible; esos son algunos de los aspectos estimulantes y gratificantes de esta tarea.

A la vez, podemos constatar el desgaste y el riesgo emocional de su desempeño, traducido con frecuencia en desánimo, también explicable por otros factores: la lógica del máximo beneficio del mercado y su consecuencia en las condiciones difíciles para quienes buscan empleo; el peso de los estigmas que caen sobre todos los colectivos en riesgo de exclusión o excluidos; el poder desigual entre quien busca empleo y quien busca emplear. El bajo porcentaje de éxitos de los procesos de orientación, cuando se entiende por “éxito” la inserción laboral de las personas a las que se orienta.

Desde esta perspectiva, el “cuidado” de las personas que orientan, encaminado a la búsqueda de su satisfacción profesional, se puede alimentar con un doble procedimiento inteligente.

■ La búsqueda de sentido en la mirada estratégica por parte de las y los profesionales: “¿por qué hacemos esto?”

■ La búsqueda de la satisfacción cotidiana en la actuación diaria con las personas participantes y con el equipo profesional.

Por lo tanto, a la pregunta “¿quién orienta al orientador/a?” La respuesta principal es “nosotras y nosotros mismos”.





Si bien es cierto que puede haber personas de referencia que acompañen y apoyen, el protagonismo está en cada profesional.

Y es así en la medida que la satisfacción o la insatisfacción son vivencias que se asientan sobre tres elementos que se interrelacionan constantemente.








Ante cualquier situación en la que participamos, pensamos, sentimos y actuamos. Y en esos tres circuitos nos jugamos el acierto de nuestras actuaciones y el bienestar que obtenemos.

Son los significados que otorgamos a las cosas, y no los sucesos en sí mismos, los que nos hacen sentir y actuar de una manera u otra. Y está en nuestra mano hacer algo con lo que pensamos y lo que hacemos, mientras que en las emociones no podemos intervenir de manera directa. Por eso sucede que, cuando consideramos sentimientos a lo que son pensamientos, los dejamos al margen de nuestra capacidad inteligente, perdiendo con ello una parte importante de nuestra inteligencia vital y emocional.

■ La desesperanza no la produce el hecho de que una persona a la que orientamos abandone su proceso, sino la interpretación de que nuestro trabajo es inútil.

■ La impotencia no la causa un sistema injusto de mercado, sino la percepción de la no existencia de resquicios para intervenir.

■ El “queme” no lo produce la descoordinación entre equipos, sino el pensar que va a seguir siendo así en el futuro.


Con frecuencia las interpretaciones que hacemos de las cosas que suceden precisan de ajustes finos. Eso nos permite eliminar las distorsiones negativas e incorrectas, que ade más son las que no nos permiten ver los resquicios posibles de acción eficaz de los que disponemos. En los ejemplos anteriores, sería más realista y más útil rescatar en nuestro análisis los avances en el proceso de la persona orientada a pesar de su abandono; buscar espacios de intervención eficaz dentro de un sistema de mercado injusto; o emprender acciones que mejoren la coordinación.

Las interpretaciones erróneas de la realidad suelen contener diversos “errores cognitivos”. Es necesario poner en duda aquellos convencimientos negativos que nos instalan en un gran malestar y que pueden estar equivocados. Los podemos poner en duda preguntándonos por su realismo y por las consecuencias negativas que conllevan, además de buscar posibles explicaciones alternativas más inteligentes para la acción y para nuestro bienestar.

Otra herramienta inteligente para aumentar el bienestar subjetivo en nuestro trabajo, puede ser realizar periódicamente una “Memoria profesional autobiográfica positiva”. Consiste en revisar nuestro ejercicio profesional y enumerar todas aquellas actuaciones correctas, adecuadas, que nos producen satisfacción, relacionadas con los distintos ámbitos del mismo: las personas a las que orientamos, el equipo, nuestra propia manera de trabajar, o cualquier otro aspecto. Es decir, pensar y explicitar aquellas cosas que alimentan nuestro bienestar en el trabajo.







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